MIS PEQUEÑAS HISTORIAS

EL VIAJE DE MAMÁ MARMOTA

Para la persona (mmm) que amo


Era oficial: Mamá Marmota debía irse de viaje. Todas las marmotas deben ir al menos una vez en su vida a la Gran Convención de las Marmotas, y en esta ocasión, Mamá Marmota asistiría, lo que significaba un viaje de varias semanas.

El día que Mamá Marmota partió, Papá Oso se puso muy triste. Desde que estaban casados, nunca habían pasado separados tanto tiempo, así que las semanas venideras pintaban muy negras.
Y de hecho, esa era una de las preocupaciones de Papá Oso: no le gustaba dormir solo, pues tenía miedo a la oscuridad. Durante el día, Papá Oso atendía su negocio de venta de ensaladas: ensaladas de lechuga, ensaladas rusas, de queso, de frutas, de algas marinas, ensaladas multicolores y multisabores que hacían la delicia de todos los animalitos del bosque. Lo que más disfrutaba Papá Oso de su negocio de ensaladas era la oportunidad de conversar con sus amigos ¡Qué momentos amenos se disfrutaban en la ensaladería de Papá Oso!

Al cerrar su negocio, Papá Oso se dedicaba a jugar con el resto de la familia: el Abuelito Panda -un viejo y experimentado oso panda a quien le encantaba contar historias- y dos alegres y preciosas foquitas, negras como el azabache, que Mamá Marmota y Papá Oso habían adoptado cuando las foquitas eran sólo unas bebés pequeñitas como un frijol. La familia vivía en una enorme cueva, en la que crecían gigantescos helechos, enormes como palmeras, y en la que se respiraba un amor tan espeso que se podía coger con el dedo como si fuera atol, un delicioso atol que tenía rico sabor a higos y jocotes.
Pero ahora que Mamá Marmota no estaba, la cueva parecía muy triste y tenebrosa, así que al caer la noche, Papá Oso pensaba: -¿Cómo podré dormir estando solo? Y temía a la oscuridad, pues pensaba que ésta en cualquier momento lo atraparía y lo haría para siempre su esclavo, lo estrujaría, lo lanzaría por los aires y lo sometería a tormentos inimaginables...

Entonces, Papá Oso pensó: -Debo buscar algo para defenderme…

Y fue así que esa noche se acostó armándose con un matamoscas, pues pensó: - Si la oscuridad me atrapa, la golpearé con este matamoscas y escaparé…pero luego se dijo: - No me servirá de nada: la oscuridad es demasiado grande para este matamoscas…
Esa primera noche fue terrible y la segunda no fue mucho mejor. Ahora, Papá Oso se armó con un taladro, pues pensó: -Si la oscuridad me atrapa, le abriré un agujero con mi taladro y escaparé por allí. Pero luego se dio cuenta de lo inútil de su idea: No me servirá de nada: la oscuridad es demasiado elástica... No podré escapar.
Otra noche, Papá Oso pensó utilizar una galleta para defenderse. Si la oscuridad lo atacaba, la distraería con la galleta mientras él escapaba. Pero luego supo que no era una buena idea: la oscuridad, seguramente llegaría después de haber cenado y no le interesaría la galleta…no había nada que hacer. Sucesivamente intentó usar una cuchara -para tomarse a la oscuridad como una sopa-, trampas para ratones, insecticidas…pero se dio cuenta que nada le funcionaría…no había nada que hacer…

Y una noche, mientras Papá Oso daba vueltas inquieto en su cama, sucedió lo que tanto había temido: vio la oscuridad acercarse a toda prisa y lo envolvió como un manto pesado y frío. Papá Oso estaba aterrorizado y no se atrevía a abrir los ojos hasta que escuchó una dulce voz que le hablaba casi como en un susurro: -Hola…Soy La Oscuridad.
Paralizado por el miedo, Papá Oso apenas pudo preguntar: ¿Qué vas a hacerme? A lo que La Oscuridad respondió: -Nada, Osito. Sólo quiero desearte las buenas noches…
-¿No me vas a comer o algo así?
- Jajaja. ¿Por qué? Soy tu amiga… ¿Cómo puedo pensar en hacerte daño?, dijo divertida La Oscuridad.
- ¿Mi amiga…? Preguntó Papá Oso, incrédulo.
- Por supuesto –respondió amablemente la oscuridad-, ¿No te das cuenta que soy yo quien permite a los animalitos del bosque dormir tranquilamente? ¿Cómo podrían dormir en presencia de la luz? Mi trabajo consiste en ayudar a los animalitos para que puedan descansar luego de un arduo día de trabajo.

Y Papá Oso dijo soltando una carcajada: Jajaja. Es cierto ¿Cómo no me había dado cuenta de eso?

Y la oscuridad respondió poniéndose un poco triste: No te preocupes. Todos los animales del bosque temen a algo, con razón o sin ella. Algunos temen a la oscuridad, como vos, otros a las tormentas; algunos al futuro, otros al pasado; unos temen a la muerte, otros temen a la vida…

Y no es que no haya-prosiguió La Oscuridad- razones para temer en este mundo. Date cuenta: cuántos animalitos son asesinados en este bosque cada día –unos 16-, cuántos animalitos mueren a cada momento por causa de las guerras…En este mismo momento, más de mil millones de animalitos –la mayoría de ellos cachorritos- pasan hambre en el mundo y 25 mil de ellos morirán en las próximas 24 horas por hambre o por enfermedades que son totalmente prevenibles… Sí, definitivamente en este mundo hay muchas razones para temer, pero yo no soy una de ellas.
Papá Oso preguntó a La Oscuridad: ¿Vos temés a algo?

- Por supuesto, dijo La Oscuridad lanzando un profundo suspiro, tengo miedo de que se nos pase el tiempo sin tratar de hacer de este mundo algo mejor para todos…

Y Papá Oso pensó que La Oscuridad tenía razón…A partir de esa noche, supo que no debía temerle más y que, al contrario, gracias a ella, él y todos los animalitos del bosque podían dormir tranquilamente…

Y así, entre saltos y maromas, casi a borbotones, llegó el día en que Mamá Marmota regresó de su viaje. La alegría de la familia por su regreso era completamente indescriptible –todas las alegrías son indescriptibles- y el más feliz era Papá Oso, quien había preparado una ensalada especial para festejar el regreso de su amada.

Mamá Marmota contó a su familia las cosas fantásticas que vio, olió, sintió y comió durante la Gran Convención de las Marmotas. Éstas, en sus convenciones discutían sobre la necesidad de estar unidas para luchar por sus derechos, pero no sólo eso. Las marmotas –explicaba Mamá Marmota- luego de pesadas reuniones de trabajo se reúnen en un lugar secreto y luego de comprometerse a velar siempre por los derechos de sus hermanas marmotas, se dedican a… bailar. Sí… Bailan de cabeza, hacen piruetas hacia adelante y hacia atrás, se paran sobre su colita y giran y giran por horas y horas, divirtiéndose a más no poder. Pero eso no es todo: las marmotas también pasan durante varios días preparando una de las maravillas más grandes de este mundo: dulces…miles de dulces de leche, de guayaba, de chocolate y de limón, de cereza, de arándano y de arco iris, de ilusiones, de sonrisas y de caricias; dulces de ternura y amistad, y los dulces más raros que algún animalito del bosque haya comido: dulces de la risa… cremosos y chispeantes dulces de la risa. Por supuesto que esto hizo muy feliz a Papá Oso, al Abuelito Panda y a las preciosas foquitas, pues toda la familia disfrutaba de los dulces como pocas cosas en esta vida.

Sin embargo, luego de la algarabía, del bullicio y de la fiesta, y de probar todos los dulces posibles, Mamá Marmota y Papá Oso llegaron a una azucarada conclusión: -Para ellos, lo más dulce en este mundo era que podían compartir su vida juntos…